Por: Mariana Irigoyen Morales
En las primeras dos décadas del siglo XXI México ha tenido transformaciones radicales en ámbitos socioculturales, un claro ejemplo es que: después de un dominio de más de setenta años por un único partido político, en el año 2000 se rompió esa continuidad; por otra parte, la violencia, pobreza y corrupción se han incrementado, además de la crisis económica y los recortes presupuestarios en el gasto público especialmente en educación, ciencia, tecnología, salud y servicios sociales (Garza, 2018). Tomando en cuenta de manera general estos factores que inciden en el modo en que la sociedad vive y se desarrolla actualmente, a continuación expongo una serie de cuestiones particularmente históricas que forman parte de una “imaginería mexicana”, forjada desde la caída de Tenochtitlan hasta nuestros días, basada en mitos que se han aceptado (in)conscientemente como verdades casi absolutas y que en muchas ocasiones no permiten una revisión histórica, puesto que el modelo predominante en la educación mexicana sobre la historia es el paradigma tradicional.
Bien expresa Peter Burke (1996) al decir que nuestras mentes no reflejan la realidad de manera directa, sino que percibimos nuestro entorno mediante convenciones, esquemas y estereotipos, los cuales varían dependiendo de la cultura. Partiendo de esta premisa, los mitos de la conquista están estandarizados en la sociedad mexicana y se ha llegado a una malinterpretación de la historia e incluso una aversión hacia este acontecimiento histórico y como una de tantas consecuencias: surge la infravaloración del virreinato y la hispanidad.
En general, los objetos de estudio de la historia tradicional tienen estas características: un enfoque en la política, la historia como narración de acontecimientos, una enfatización en hazañas de personajes relevantes dejando de lado a las personas corrientes, la fundamentación solo en documentos -fuentes escritas-, no se inserta en dar razones profundas a múltiples cuestiones, una concepción de la historia como objetiva y la labor del historiador para presentar los hechos tal cual acontecieron (Burke, 1996).
De acuerdo con la doctora en pedagogía Díaz Barriga, en la educación media superior de México es común enseñar historia sin destacar su carácter interpretativo, además de que los estudiantes entienden la historia como un conocimiento factual, omitiendo aspectos causales de índole estructural y asumiendo el conocimiento histórico como una verdad total heredada por el profesor o los libros. Asimismo, menciona que los estudiantes conciben a la historia como una ciencia exacta que estipula sucesos inequívocos, sin notar que está subordinada a interpretaciones y análisis (Díaz, 1998).
De modo que sería necesario considerar, ¿por qué no se enseña la historia de México con nuevos paradigmas? ¿qué se trata de ocultar? En este sentido, al transmitir información acerca de la conquista española, se conjugan varios factores que interfieren con una comprensión verosímil de los hechos. Existe como una cortina densa de ideas prestablecidas socioculturalmente acerca de cómo los españoles robaron el pasado “glorioso” del mexicano. En cierta medida, esta mitificación de los hechos se debe a que por parte de las autoridades (tanto políticas, educativas e incluso de parentesco) hay una perpetuación del mismo discurso oficial y político forjado desde hace más de dos siglos.
A diferencia de lo que planteó Louis Althusser sobre el papel del aparato escolar como parte del aparato ideológico del Estado dominante en las formaciones sociales capitalistas; con lo que refiere a este texto no es de tratar una visión marxista, sino retomar que en este caso los sistemas de la escuela, la política y la cultura resaltan ideologías simbólicas, incluyendo represiones disimuladas o incluso censuras (Althusser, 1988). Más específicamente, cuando la izquierda toma el poder, censura a la opinión disidente y en este caso censuran a la historia real, verdadera y disidente. Me atrevería a decir que, en el caso de México, este aparato ideológico conformado por distintos niveles, quiere privar la libertad de conocimiento, particularmente dando a entender a la sociedad conceptos selectos y a conveniencia de la fuerza dominante sobre el acontecimiento de la conquista. Por ello los mitos siguen afianzándose, aceptándose como verdaderos de manera parcial o total; esconden intereses profundos de índole político (primordialmente marxistas).
Como un ejemplo reciente de la mentalidad colectiva mexicana habría que cuestionarse la ignorancia o la táctica política del actual presidente, que, como parte de un discurso oficial nutrido de una continuidad estática de la historia tradicional (y marxista), el pasado 25 de marzo del 2019 envió unas cartas al rey Felipe VI de España y al Papa Francisco. Según expresa con sus palabras “estamos conmemorando la batalla que tuvo Cortés con los mayas Chontales, la primera batalla de la llamada conquista o descubrimiento o encuentro de dos mundos o culturas; lo cierto es que fue una invasión y se cometieron muchas arbitrariedades, se sometieron a los pueblos que habitaban lo que ahora conocemos como nuestra América, todo el continente nuevo, recién descubierto, fue una invasión…” en seguida expresa que mandó las cartas y solicita que “se haga un relato de agravios y se pida perdón a los pueblos originarios por las violaciones a los derechos humanos, hubieron matanzas, imposiciones, la llamada conquista se hizo con la espada y con la cruz, se edificaron las iglesias arriba de los templos, se excomulgó a nuestros héroes patrios […] es tiempo de decir vamos a reconciliarnos, pero primero pidamos perdón…” (El Economista TV, 2019).
De acuerdo a lo manifestado por el presidente en turno, es conveniente aclarar ciertas premisas. En primer lugar, en sus cartas ignora la influencia de otros procesos generales y sociales como la rivalidad entre Castilla y Portugal por la expansión de sus territorios, además de que está reduciendo este acontecimiento a una mera invasión, cuando la conquista española representó uno de los acontecimientos más relevantes de la historia humana pues cambió los paradigmas culturales, económicos y la manera de entender el mundo, entre otros. Asimismo, debe considerarse que los conquistadores se reconocían como agentes principales del plan de Dios; la Orden de los Hermanos Menores que fue la primera en arribar al territorio para convertir a los indígenas y construir una iglesia colonial, ellos percibían la conquista como un paso importante para la conversión de la humanidad y la segunda venida de Cristo. Concretamente la justificación imperial fue para difundir en América la civilización y el cristianismo (Restall, 2005).
A pesar de que en nuestra actualidad pudiera considerarse como una invasión, de acuerdo al procedimiento de conquista, se usaron medidas legalistas para validar las expediciones, como la lectura de un documento legal denominado requerimiento o licencia de conquista donde se pedía la sumisión a comunidades indígenas antes de efectuar las agresiones (Restall, 2005). También un mito muy conocido y reafirmado por el discurso del gobierno actual es la gran codicia de los españoles que dio lugar a una búsqueda insaciable de oro, lo cierto es que los conquistadores veían en estos metales preciosos la capacidad y valor adquisitivo, a manera de dinero que favorecía sustentar la conquista y colonización, el pago de cuotas, saldar deudas y obtener créditos. A pesar de que se realizaron múltiples matanzas, los españoles no tenían por objetivo esclavizar a los indígenas (también deben tomarse en cuenta las epidemias que mataron a millones de indígenas); pero sobretodo el presidente omite que los mismos indígenas americanos y africanos fueron cruciales para que se efectuara la conquista (Restall, 2005). Sin la ayuda de los ancestros de sus “pueblos originarios”, es seguro que la conquista hubiese fracasado, por lo tanto ¿en verdad es necesario pedir perdón?
Lo que es evidente en repetidos discursos históricos expresados por el gobierno, es que el presidente carece de empatía histórica, que es definida como “la posibilidad de entender (no necesariamente de compartir o avalar) las acciones de los hombres en el pasado, desde la perspectiva de ese pasado” (Díaz, 1998). De acuerdo a los niveles en la construcción de la empatía histórica citados por Díaz Barriga, considero que el discurso del presidente como representante de México, llevando a cabo un proyecto ideológico y político particular a través de su propia visión de la historia que busca influenciar la mentalidad de la sociedad se ubica en el nivel 1 (ausencia de empatía histórica) donde se juzga al pasado con criterios del presente y el nivel 2 (estereotipos generalizados) donde se establecen diferencias generales entre la sociedad del pasado y la actual, pero la intención es evidenciar el comportamiento “irracional” de los hombres del pasado (Díaz, 1998).
Este tipo de discursos no solo impactan en la manera de pensar y concebir la historia, sino que trasciende a las instituciones gubernamentales y al patrimonio cultural, a modo de ejemplo, la legislación de Ley Federal sobre monumentos y zonas arqueológicos, artísticos e históricos de 1972, prescribe que aquello creado entre los siglos XVI al XIX son de índole histórica y por otra parte, los bienes patrimoniales del siglo XX competen al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura y son clasificados como artísticos (Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, 2018).
Desde finales del siglo pasado, el listado de bienes patrimoniales originados en el virreinato se amplió para englobar desde edificios hasta pinturas y documentos, considerándolos dignos de ser protegidos, sin embargo, ante la ley el único valor que se les concede es el histórico (Fernández, 1992). Esto pone en cierta desventaja al patrimonio virreinal y contemporáneo frente al patrimonio arqueológico porque de acuerdo al capítulo V, artículo 46, “…el carácter arqueológico de un bien tiene prioridad sobre el carácter histórico, y éste a su vez sobre el carácter artístico” (Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, 2018).
Por una parte, se entiende que el gobierno mexicano le da más relevancia a la época prehispánica y en particular a los testimonios materiales, por haber sido parte de una realidad distante, los objetos tienen la facultad de restablecer un enlace con este contexto añorado y ajeno. Particularmente entablan un vínculo con aquel pasado memorable previo a la “invasión y destrucción” por parte de los españoles (como perpetúan los mitos), en pocas palabras se busca una apropiación de la realidad. El coleccionar objetos como acumulación, es un intento de compensar faltantes -históricos e ideológicos- a través de la recopilación del mayor número de elementos (Marcaida, 2014). En este sentido habría que cuestionarse por qué algunos de los museos más relevantes de la historia mexicana se encuentran en una zona central dentro de la capital de México, como lo son el Museo Nacional de Antropología e Historia y el Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec; mientras que el Museo Nacional del Virreinato se ubica en Tepoztlán, municipio al norte del Estado de Morelos a unas dos horas de la Ciudad de México. ¿Acaso esto quiere dar a entender discretamente la subvaloración del virreinato al no tener tan accesible (contemplando transporte, tiempo y recursos) un monumento que alberga gran parte de sus bienes culturales e historia? A comparación de los Museos de Antropología e Historia, ¿es la misma cantidad de visitas escolares al Museo del Virreinato o se inculca un interés en las instituciones escolares por conocerlo y visitarlo?
Para finalizar, los mesoamericanos no distinguían entre mito e historia, concebían el pasado como una combinación de elementos míticos e históricos (Restall, 2005), quizá esto haya permeado en nuestra cultura hasta la actualidad, pero con matices de control ideológico y político. Sería necesario considerar en la educación mexicana una perspectiva con tendencia hacia la nueva historia, y su revisión sin sesgos marxistas, para estudiar y analizar cualquier actividad humana y sus estructuras, sustentar con otro tipo de fuentes que no sean únicamente narrativas, tratar de dar explicaciones más profundas, desde la filosofía, antropología, sociología entre otras y tomar en cuenta que la historia no es del todo objetiva y más que nunca ahora hay un predominio del relativismo cultural. Pero, sobre todo, la hispanidad es la riqueza que poseemos y que nos quieren arrebatar hasta olvidarla, ignorarla y aborrecerla, por ello es importante defenderla.
Fuentes consultadas
1. Althusser, Louis. (1988). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Freud y Lacan, Buenos Aires: Nueva Visión. Disponible en: https://perio.unlp.edu.ar/teorias2/textos/m3/althusser.pdf
2. Burke, Peter. (1996). “Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro”, en Burke, Peter (ed). Formas de hacer Historia, Madrid: Alianza.
3. Díaz, Frida. (1998). «Una aportación a la didáctica de la historia. La enseñanza-aprendizaje de habilidades cognitivas en el bachillerato» en Perfiles Educativos, Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, Distrito Federal, México, vol., no. 82. Disponible en: https://www.redalyc.org/pdf/132/13208204.pdf
4. El Economista TV. (2019). AMLO pide al Rey de España y al papa una disculpa por abusos en Conquista, [en línea]. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=PvZz2LTBxXA
5. Fernández, Martha. (1992). La conservación del patrimonio virreinal de México, no. 502, noviembre. Disponible en: http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/index.php/rum/article/view/13703
6. Garza, Manuel. (2018). “México: movimientos y resistencias” en Pleyers, Geoffrey (coord). Movimientos sociales en el siglo XXI: perspectivas y herramientas analíticas, Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO. Disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20181101011041/Movimientos_sociales_siglo_XXI.pdf
7. Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión. (2018). Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos. [En línea]. Disponible en: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/131_160218.pdf
8. Marcaida, José Ramón. (2014). “Acumulación” en Arte y ciencia en el barroco español. Historia natural, coleccionismo y cultura visual, Madrid: Fundación Focus-Abengoa/ Marcial Pons.
9. Restall, Matthew. (2005). Los siete mitos de la conquista española, México: Paidós.