Por: Sebastián Endara Cisneros
Sin duda, el marxismo es un fenómeno muy curioso, pues en nombre de la justicia social, la sociedad ha experimentado la perversión más grande de su historia, ya que un sinnúmero de ideologías que apoyan el feminismo, aborto, eutanasia, ideología de género, indigenismo, libertinaje sexual, en su mayoría vienen apoyadas por políticos seguidores de Marx. Son ideas nacidas de filósofos que en algún momento de su vida se declararon comunistas o pertenecieron a partidos políticos afines a esta corriente: Jürgen Habermas, Herbert Marcuse, Michel Foucault, Simone De Beauvoir, Alfred Kinsey, Wilhelm Reich y muchos personajes más que corrompieron Occidente.
Hoy en día, hombres y mujeres que se declaran cristianos, entregan sus votos a líderes fanáticos herederos de Marx, quien no solo arruinó con sus ideas la economía de muchos, no solo plantó las bases de largos regímenes autoritarios y no solo moldeó la historia a su apetito y resentimiento con el Materialismo Histórico (1) que pretende eliminar a Dios, asesinarlo y extirpar toda religión. Es incoherente que personas seguidoras de Jesús de Nazaret manifiesten su apoyo a partidos políticos que basan su esencia en la doctrina de Karl Marx quien declaró lo siguiente: “La guerra contra la religión es, entonces, directamente, la lucha contra aquel mundo, cuyo aroma moral es la religión. La miseria religiosa es, al mismo tiempo, la expresión de la miseria real y la protesta contra ella. La religión es el sollozo de la criatura oprimida, es el significado real del mundo sin corazón, así como es el espíritu de una época privada de espíritu. Es el opio del pueblo”(2).
Esta y muchas otras frases abrieron la puerta para ejecutar miles de crímenes y persecuciones a personas en todo el mundo; el saldo de muertos a manos de las distintas revoluciones comunistas es de millones de vidas humanas reducidas a nada. La persecución religiosa bajo totalitarismos marxistas fue algo nunca antes visto en la historia universal. Y es absurdo evidenciar como los cristianos han caído en el fanatismo izquierdista que busca infiltrarse en la religión para destruirla por dentro. “Nada más fácil que darle al ascetismo cristiano un barniz socialista”(3) decía Marx en sus escritos. Hoy en día, muchos pastores, sacerdotes y obispos se dejan seducir por la falsa igualdad que el marxismo promete, a tal punto que hombres de fe han sido cómplices de actos anticristianos como las “misas guerrilleras” que Ernesto Cardenal celebraba en 1978, justificando el homicidio y una guerra absurda a favor de la revolución socialista y la teología de la liberación. Hombres como él hasta el día de hoy caen en el juego que Marx planteaba en el siglo XIX; aunque ahora, muchos lo hacen en el nombre de la diversidad sexual y de género.
Este fue el ideal de un hombre que vivió del resentimiento y que en su libro más famoso incitó a la violencia, al robo y la mentira (4). Basta con leer un poco de sus ideas para observar que cada una de estas, rompen directamente con los mandamientos de la Ley divina. Sin mencionar a detalle que, tanto Marx como su colega intelectual, Federico Engels, tenían un desprecio natural por la familia; una y otra vez planteaban su destrucción o incitaban a la práctica de la poligamia y el “matrimonio por grupos”(5). Sin embargo, sabemos que para el cristianismo, el matrimonio entre un hombre y una mujer es tan sagrado por su capacidad de hacer del cuerpo un sacramento vivo de entrega, fidelidad y fecundidad (6). Por lo tanto, la noción de familia y matrimonio marxista no es compatible con el concepto cristiano de familia como núcleo de una sociedad sana. Por esto y mucho más, Karl Marx fue el hombre que en sus escritos más oscuros declaró el destino de su espíritu: “Mi alma, que una vez fue elegida para Dios, está destinada al infierno”(7).
¿Cómo es posible que cristianos de todo el mundo consideren el comunismo y el socialismo como algo correcto y justo? Estas doctrinas, que ahora se alinean al progresismo político desafían toda ley y voluntad de Dios expresada en las Escrituras Bíblicas. Decir que una persona tenga que dejar sus creencias religiosas en casa para actuar de diferente forma en la vida secular, en la vida pública y política, es como decir que un hombre sea fiel a su esposa dentro del hogar, pero fuera del mismo abandone sus convicciones religiosas y morales para tener una amante. Esto es como afirmar que un cristiano, contradictoriamente, se declare comunista y seguidor de un hombre que propuso el mismo infierno en la tierra.
Referencias:
1. Konstantinov, F., Gleserman, G., Kammari, G., Gak, M., Stepanian, T. (1960). El Materialismo Histórico. Academia de Ciencias de la URSS. México, Grijalbo.
2. Marx, K. (2005). Crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Buenos Aires, Ediciones del Signo, p. 50.
3. Marx, K. Engels, F. (1948). El Manifiesto Comunista. Ed. del centenario. Santiago, Babel, p. 55.
4. Marx, K. Engels, F. (1948). El Manifiesto Comunista. Ed. del centenario. Santiago, Babel, p. 21.
5. Engels, F. (1884). El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Moscú, Ed. Progreso, p. 9.
6. Evert, J., Evert, C., Butler, B. (2017). Teología del cuerpo para jóvenes. Barcelona, Ed. Casals.
7. Marx, K. (1837). A Book of Verse, The Pale Maiden. Obtenido de: https://www.marxists.org/archive/marx/works/1837-pre/verse/index.htm