Por: Carolina Ávila Segovia
Hace un tiempo atrás, la ideología progresista comenzó a difundirse en las universidades. Comenzó en estas instituciones pues son la cuna de los intelectuales y desde aquí se “bajan” las ideas a la sociedad. Desde entonces, las universidades comenzaron a difundir un pensamiento estructurado que está alineado entre casi todas las instituciones de educación superior y con un discurso claro sobre temas como género, feminismo y sexualidad. Este discurso ha sido impulsado de diversas formas, yendo desde esporádicas “jornadas de reflexión frente a la violencia de género” hasta la institucionalización mediante cursos electivos.
Pero esto no es todo, pues al pasar el tiempo el discurso no se mantuvo dentro de los márgenes de un curso o una jornada de reflexión, ni siquiera dentro del círculo de jóvenes progresistas a los que les interesaba. Se comenzó a observar que estudiantes que no tenían interés sobre estos temas e incluso estudiantes que estaban en contra de esta ideología progresista debían escuchar, sin discutir, cómo profesores de asignaturas que no tienen conexión con este discurso los intentaban adoctrinar de todas las formas que estaban a su alcance. Bajando un discurso patrocinado por organizaciones supranacionales, la intención ha sido la de cambiar la cultura de los países en los que intervienen. Esto queda en evidencia y podemos observar cómo ha avanzado con el concepto de género y entendiendo la cultura en algunas de sus definiciones.
En la definición elitista de cultura, género se convirtió en un concepto amplio y profundo, que amerita una categoría de estudios para sí. De esta forma, vemos como año a año se van instalando facultades de estudios de género o institutos que se dedican a esto, como en el caso de la Universidad de Buenos Aires. En el caso de la cultura entendida desde el punto de vista antropológico, el género reemplaza al sexo. Como señala Judith Butler «Puesto que el «sexo» es una interpretación política y cultural del cuerpo, no hay una diferenciación entre sexo y género en los sentidos habituales; el género está incluido en el sexo, y el sexo ha sido género desde el comienzo.»[1] Es decir, somos solamente personas y dependiendo de lo que decidamos podemos ser hombre, mujer, otro o ninguno.
Hace cinco años, lo descrito anteriormente hubiera sido impensado, pero la agenda progresista se ha instalado gota a gota desde mucho tiempo atrás para que hoy nos sea “natural” convivir con esto. Para comprender el fenómeno con el que estamos tratando, debemos ir a lo más elemental. La palabra Progresista, según la Real Academia Española [RAE] en su primera acepción es “Dicho de una persona o de una colectividad: de ideas y actitudes avanzadas.”[2] Lo que no se preguntan las personas que apoyan el discurso progresista es ¿hacia qué avanza el progresismo?
Podemos ver que cuando una institución asume el discurso progresista se dice que es para que la institución tome un rol apoyando la diversidad y la inclusión; cuando no hay nada más alejado de la realidad. Cuando se está bajando el discurso en una institución con una relación de poder jerárquica (por ejemplo, un profesor a los estudiantes), hay una mínima parte de receptores del adoctrinamiento que se dan cuenta de lo ocurrido y en este punto es cuando se crea un ‘contra-discurso’.
El contra-discurso no es bienvenido por la institución a la cual pertenece, independientemente de que este tenga argumentos sólidos y respaldo. La razón por la que sucede esto es porque cuando se impone un discurso, existe una relación de poder –sino, no hay imposición– es decir, un alumno no puede llevarle la contra al profesor porque el profesor tiene el poder de reprobarlo, así como un empleado no puede llevarle la contra a su jefe pues este tiene el poder de despedirlo.
El discurso progresista nunca ha aceptado discusión. Actualmente, si no estás de acuerdo, e incluso si solo haces un cuestionamiento, de inmediato te haces acreedor de etiquetas maliciosas como homofóbico, fascista, nazi, etc. Así, justifican su falta de argumentos con frases como “no puedo discutir con alguien que piensa así” (falacia de envenenar el pozo). Pero esto no queda ahí, sino que a medida que pasan los años, no solamente se niegan a discutir su punto de vista, sino que quieren callar toda voz rebelde a su adoctrinamiento.
La acción de callar una voz contraria a esta ideología progresista ha dado en denominarse ‘cancelación’, aludiendo a la tercera acepción de la palabra: “Borrar de la memoria, abolir o derogar algo.”[3] El problema es que los progresistas no se conforman solamente con eliminar de la memoria el contra discurso de la persona que se para frente al adoctrinamiento, sino que quieren hacer que la persona u organización renuncie al contra-discurso –pues este es anticuado– y además, hacer desaparecer cualquier registro o idea.
Cuando la persona progresista encuentra a alguien que está en contra del discurso, además de intentar afectarlo negativamente –mediante lo que ellos encuentran efectivo como un mal comentario o un ‘dislike’– también se dedican a reportar (en masa a veces) el canal de difusión de las personas que no piensan como ellos. Esto tiene como propósito no solamente anular el mensaje sino, hacerlo desaparecer del mundo en el que habitamos ahora, el virtual. Es por esto que la ideología progresista no es una cultura de la cancelación, sino una ideología supresora.
De acuerdo con la RAE la palabra suprimir tiene dos acepciones, 1. ”Hacer cesar, hacer desaparecer” y 2. “Omitir, callar, pasar por alto.”[4] Al leer esta definición me es imposible no recordar a las feministas quemando libros en México[5], en las leyes que se han instaurado que prohíben llamar a alguien por su sexo biológico[6], suprimiendo cualquier contra que se pueda levantar, haciendo caso omiso de datos y de ciencias como la biología y la medicina.
Esto evidencia que el progresista no progresa, sino más bien retrocede, no progresa, asemejándose mucho a adeptos a partidos políticos que quemaban libros en décadas anteriores y llegando incluso al momento de la historia en donde se callaba la ciencia por ir en contra de lo impuesto por los gobernadores siglos atrás. De acuerdo con Nietzsche “El elemento esencial en el negro arte del oscurantismo no es que quiera oscurecer la comprensión individual, sino que quiere ennegrecer nuestra imagen del mundo, y oscurecer nuestra idea de la existencia”.[7] (p. 220, 1990)
Vivimos en una época de progresismo supresor donde todo aquel que no es servil a la ideología de moda no solamente es censurado, sino que además es también ‘reportado’ especialmente en el mundo virtual, llegando incluso a situaciones de extrema gravedad como ser susceptible de ser denunciado a la policía por ejemplo si el progre género fluido no es llamado con el pronombre que quiere ser llamado ese día. El progresismo es y se muestra cada vez menos tolerante, cada vez más censurador, cada vez más inquisidor. Los progresistas no se preocupan de avanzar hacia lo virtuoso, más bien avanzan en acción hacia una inmoralidad nociva para el humano, mientras que en lo filosófico retroceden cada vez más a la época del oscurantismo.
Actualmente nos quieren hacer cesar de decir la verdad, quieren impedir que digamos que un hombre –por más hormonado y operado que esté– es un hombre; decir que lo que una mujer quiere eliminar a través de un aborto no es una parte de su cuerpo (frase que dice para no sentirse culpable) sino que es otro ser humano. Quieren que dejemos de hablar con la verdad y marginar a la ciencia, con el objetivo de que adoptemos la visión que nos imponen, haciendo que nuestra perspectiva de la existencia humana oscurezca y esté sujeta solamente a su discurso.
En esta sociedad donde el progresismo supresor nos invade cada vez más, debemos luchar por defender la libertad. Como señala George Orwell en su libro 1984, “la libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados.”[8]
[1] Butler, J. (2007) El género en disputa. p. 220. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica.
[2] Real Academia Española, (2021) Madrid. España. Recuperado de https://dle.rae.es/progresista
[3] Real Academia Española (2021). Recuperado de https://dle.rae.es/cancelar
[4] Real Academia Española (2021). Recuperado de https://dle.rae.es/suprimir
[5] Recuperado de https://www.semana.com/mundo/articulo/protesta-feminista-en-la-fil-termino-en-quema-de-libros/644060/
[6] Proyecto de ley C-16, Canadá. Recuperado de: https://lop.parl.ca/staticfiles/PublicWebsite/Home/ResearchPublications/LegislativeSummaries/PDF/42-1/c16-e.pdf
[7] Nietzsche, F. (1878) Human, All Too Human Vol. II, Part 1, 27. Cambridge University Press
[8] Orwell, G. (1949) 1984 Ciudad Autónoma de Buenos Aires: DeBolsillo.
Excelente artículo, relata perfectamente el progresismo , felicitaciones
Muy interesante. Y la referencia final a 1984, muy oportuna.
Una vez implementada la ideologia, ahora están imponiendo la «perspectiva». Todo ha de pensarse y analizarse de la misma. Hace no mucho, la izquierda impuso su inclusión en la remuneración de una carretera…
Lo único bueno del abuso y de la imposición es que genera reacción. Esperemos verlo pronto.
Remuneración no, remodelacion…