Por: Ricardo Parra
Antes de comenzar a desempeñar mis funciones como docente en la secretaria de educación del distrito yo ya conocía de forma autodidacta una buena cantidad de información respecto a los fenómenos de la geopolítica internacional, así como también sobre diferentes periodos de la historia de la humanidad, sin embargo, nunca me había fijado a mí mismo en una posición específica en el espectro político, yo era una de aquellas típicas personas que se definían como de “centro” , o “ni de izquierda ni de derecha”. De forma tal vez irónica, esto iría cambiando de forma paulatina durante los tres años que desempeñé mis funciones como docente de música, ética y religión en un colegio estatal, pero este cambio no se daría en el sentido que muchos podrían esperar, sino que, por el contrario, se generó en mi un impulso cada vez mayor de ir contra la corriente y las predisposiciones mentales y actitudinales que se manifiestan allí.
Se menciona comúnmente por parte de ciertos sectores de la derecha o del centro derecha que en los colegios públicos se adoctrina a los estudiantes en el marxismo o en el socialismo, ¿es esta una hipótesis valida con una base sustentable y un fundamento real? Después de haber trabajado como funcionario público en colegios del distrito puedo concluir que estas hipótesis o acusaciones a veces lanzadas de forma escueta si tienen ciertos fundamentos o visos de realidad, pero no se concretan en las formas y maneras que comúnmente se cree.
En Colombia, debido a nuestra ya conocida historia de conflictos bélicos con las guerrillas marxistas/leninistas/maoístas desde la década de los 60’s del siglo pasado, es normal que muchas personas del común se imaginen al adoctrinamiento en clase como al discurso revolucionario de un profesor desaliñado, con pelo ensortijado desordenado, olor corporal a sahumerio, que viste una camiseta con la imagen del Che Guevara, que porta una mochila de estilo hippie artesanal con grabados indigenistas, que lanza continuas diatribas actuando como un energúmeno ante un grupo de jóvenes estudiantes, invitándolos incluso a unirse a la lucha armada para irse al monte o a la selva para formar parte de guerrillas revolucionarias como las FARC o el ELN, o por otra parte, para entrenarse en técnicas de subversión urbana como la manufactura y distribución de bombas molotov, organizando paros y protestas callejeras de diferentes gremios sindicales.
Pero la realidad es muy diferente a ese escenario idealizado. En los colegios públicos de Bogotá no se da ese adoctrinamiento de una manera tan directa. Sin embargo, si se puede evidenciar que existe un condicionamiento en la forma de pensar, que actúa de forma sutil en los procesos de educación en los estudiantes incluso desde los primeros grados de primaria, con unas premisas muy claras pero que nunca se exponen de forma explícita por parte de los docentes de este tipo de instituciones, las cuales son veladas de forma muy hábil bajo palabras biensonantes que esconden una finalidad que puede pasar desapercibida en un primer momento para el observador externo.
Diagrama publicitario del colectivo magisterial T.J.E.R, cuyo director William Javier Díaz (también directivo del sindicato ADE- Asociación Distrital de Trabajadores y trabajadoras de la Educación-) dicta regularmente charlas de capacitación a la planta de docentes en las instituciones educativas distritales de la ciudad de Bogotá (Colombia).
Vayamos punto por punto, desde los primeros grados escolares a los estudiantes se les enfatiza casi de forma exasperante todo un constructo ideológico en torno a la realización de los “derechos” de los ciudadanos, lo cual en si no tendría nada de malo, si no fuera por el hecho de que se omite casi de forma total la realización de prácticas educativas que infundan valores como la responsabilidad individual y la plena conciencia de la importancia de las obligaciones y los deberes ciudadanos como contraparte necesaria y equilibradora del cumplimiento de esos derechos, por lo que desde pequeños a los estudiantes se los condiciona en la mentalidad de que existe una entidad dadora de derechos la cual únicamente es y debe ser el estado, cuya obligación primordial es garantizar, entregar y hacer cumplir todos esos derechos que se le exigen por parte del ciudadano. En una ocasión entregué una guía de estudio para desarrollar por un curso de grado octavo en la asignatura de ética, la cual estaba basada en los principios de la declaración de los deberes humanos [1], tuve que esforzarme un par de semanas con varios estudiantes para que diferenciaran con claridad lo que era un deber de un derecho, recibiendo en primera instancia varias respuestas repetitivas por parte de ellos, casi robotizadas, en las que seguían expresando el hecho supremo de la importancia del estado como nuestro garante de derechos. Obviamente en este caso no se puede achacar culpa alguna al estudiantado, al observar como a ellos año tras año se les va taladrando la mente repitiéndoles los mantras del estado omnipresente benefactor que todo lo abarca, entonces pude comprender porque me entregaban esas respuestas.
Se genera entonces esa relación de dependencia pasiva respecto al estado, muy extraña será la ocasión en la que en uno de estos colegios distritales a los estudiantes se les entreguen cursos o talleres sobre emprendimiento o innovación, sobre la generación de un proyecto de vida basado en la independencia, en una positiva autosuficiencia y una iniciativa que busquen no sólo el beneficio propio sino también de su familia y de su comunidad , también es muy raro que se fortalezcan los llamados cuerpos intermedios [2] a no ser que sea en dependencia de proyectos o entidades estatales.
Tras aquellos años de primera y media infancia, en los posteriores grados de bachillerato en los estudiantes ya se generan ciertas concepciones y prejuicios hacia diferentes sectores y entidades de la sociedad, delimitando una mentalidad en la que el gobierno o el estado es un ente malvado, opresor, ineficiente y corrupto, pero a pesar de esto, de forma simultánea se espera que sea mucho más grande y que esté mucho más presente en todas las actividades y ámbitos de la vida diaria, generándose así una especie de trastorno de síndrome de Estocolmo [3], así mismo, también se genera una visión de la vida en la que el estado es como ese padre ausente al que se le debe exigir que provea una manutención obligatoria, esto estaría muy bien si nos consideramos niños en estado de crecimiento y desarrollo, el problema radica en que esta mentalidad se fija de por vida, ya habiendo entrado en la etapa adulta, como si se instituyera una perpetua actitud adolescente en la que se necesita que un papa-estado sea el proveedor, a pesar de que se lo considera malvado y opresor.
Por otra parte, en el caso del contexto político Colombiano, se condiciona a los estudiantes en una especie de mesianismo secular en el cual se predica que los gobiernos de derecha o “ultraderecha” han sido la causa de todos los males a través de nuestra historia como república, más sin embargo, SI APRENDEMOS A ELEGIR Y A VOTAR DE FORMA “CORRECTA”, EN UN PROXIMO FUTURO, GANARA LAS ELECCIONES UN CANDIDATO “CORRECTO”, EL CUAL NO PERTENECE A NINGUNO DE LOS PARTIDOS TRADICIONALES QUE HAN GOBERNADO LA NACION POR DECADAS O SIGLOS, POR LO TANTO, NUESTRA SITUACION CAMBIARA Y LAS INJUSTICIAS A LOS QUE ESTAMOS SOMETIDOS SERAN SOLUCIONADAS CASI DE FORMA INMEDIATA, como si una especie de divina providencia nos asegurara que ese candidato esperado (que no pertenece a esa “malvada” derecha) no va a cometer los mismos errores de pasados mandatarios, ni va a tener casos de corrupción o ineficacia en su gobierno, teniendo la fe y la esperanza de que él va a ser “diferente”, así tenga acceso a un poder absoluto y totalitario, sus buenas intenciones no van a permitir que su gobierno sea dañino.
Igualmente se genera una creencia en la cual no solamente los ricos o adinerados son personas sin empatía o sin moral, sino también los militares y las fuerzas de seguridad, todo lo que represente un principio de autoridad y jerarquía, aunque estos docentes deban usar su autoridad o censura durante no pocas ocasiones en sus clases. También los empresarios son personajes malvados, todo aquel que genere riqueza o valor agregado, creando la suspicacia de que normalmente aquel que tiene éxito o dinero se lo ha ganado de forma desleal o injusta al explotar a los demás. Se construye una mentalidad, no de superación y esfuerzo, no de salir adelante de forma activa por medio de su ingenio y talento, no de desarrollar su capacidad de innovación y de productividad, no de la posibilidad de la movilidad social, de mejorar con el paso de los años su bienestar económico, físico, mental y espiritual, para sí mismo y para sus descendientes. Se les enseña que su única vía de escape a su situación de marginalidad es luchar porque el estado les garantice sus derechos, pedir todo al estado, al fin de cuentas, depender del estado.
Se les infunde también a los estudiantes, de forma consciente o inconsciente, esa dialéctica hegeliana inmersa en el marxismo y que se ha transferido al posmarxismo, en la que todos los fenómenos políticos, sociales, económicos e históricos son abordados bajo un prisma totalmente maniqueo, que se simplifica siempre en la diada del opresor y del oprimido, en el victimario y la víctima. Ante las acusaciones, muchos profesores de ciencias sociales exclamarán que no se adoctrina a los estudiantes ni se les enseña ideología marxista, ya que lo que hacen es enseñar “pensamiento crítico”, término este usado casi como un fetiche totémico por parte de los docentes, y que lo derivan (sabiéndolo o no) de la teoría critica de la escuela de Frankfurt y de la posterior pedagogía critica de Paulo Freire [4]. En el fondo, mas allá de este revestimiento, a los estudiantes se les infunde esta estructura mental en la que la lucha de clases burgués-obrero se extrapola a todos los acontecimientos de la vida [5], aplicando esto también a una dialéctica entre españoles contra indígenas, dirigentes contra trabajadores, fuerzas del orden contra los ciudadanos del común, hombres contra mujeres, Estados Unidos contra Latinoamérica, blancos contra no-blancos, heterosexuales contra no heterosexuales, cristianismo contra intelectuales de izquierda, etc.
Por lo tanto, dentro de este marco no se mira con preocupación que los estudiantes reciban una educación incompleta, perdiendo no pocos días de estudio al año debido a los constantes paros de maestros, ya que en este ejercicio los docentes estarían “luchando” por sus reivindicaciones sociales y esto es lo que realmente sería relevante, justificando así que los estudiantes difícilmente cumplan una gran parte de su carga académica semanal. Y si aparece alguien para señalar esta deficiencia en su servicio, los docentes ávidos y rampantes traspasan sus culpas y responsabilidades a un tercero, si la educación pública en Colombia es deficitaria no es por culpa de ellos sino de los jefes del estado (mientras no sean de izquierda), si no es culpa del estado entonces la responsabilidad es del sistema neoliberal capitalista que los oprime, pero por supuesto, la culpa nunca va a ser de ellos mismos. Esta sería entonces la mentalidad que se está transfiriendo de una generación a otra, en la que se prioriza el exigir los derechos y se posterga o relativiza el cumplimiento del deber, de las obligaciones adquiridas, de las funciones para las cuales se fue nombrado y contratado.
Otro tanto se podría hablar sobre los sindicatos de docentes como FECODE y la ADE [6], este condicionamiento que se da de entrada a los estudiantes también se da a los maestros, se impone de forma sutil una especie de pensamiento colmena colectivista en el cual el pensamiento individual disidente es diluido, generando el conocido fenómeno de la espiral del silencio para aquellos docentes que pudieran no estar de acuerdo con las posturas políticas imperantes o que perciben las falencias del sistema educativo distrital y las falacias del discurso sindicalista. Y es que evidentemente todos los aspectos en este ambiente de trabajo están politizados, se incluye el tema político en cualquier situación o circunstancia diaria: en los comentarios sobre la vida social, sobre los presupuestos a aprobar, sobre la vida de los estudiantes y sus familias, sobre los acontecimientos del barrio, sobre las directrices devenidas desde la secretaria y el ministerio de educación, etc. Pero siempre se hace esto desde un solo lado del espectro político, evitando todo tipo de debate o confrontación de ideas con una posición contraria o divergente. Estas prácticas son redobladas por la actividad en los sindicatos, siempre reproduciendo esta dialéctica de opresor y oprimido, siempre poniendo sus propios intereses y privilegios por encima del verdadero derecho de los estudiantes a recibir una educación digna y de calidad, siempre buscando cualquier punto de inflexión para justificar un paro o un cese parcial de actividades, siempre achacando a agentes externos la culpa de las fallas del sistema educativo y de los poco motivantes resultados en matemáticas y lectoescritura que los estudiantes obtienen en exámenes estandarizados como las pruebas saber y las pruebas pisa, siempre evitando a toda costa la evaluación de pares externos y de entidades veedoras, siempre evitando el escrutinio sobre su rendimiento y desempeño ya que según sus propias palabras esos modelos o estándares de evaluación son propios de una mentalidad “empresarial, productivista, neoliberal” que por lo tanto es despreciable y no puede ser aplicada a un gremio como el de los docentes estatales, el cual tiene una visión “humanista y social”. Acá tal vez podríamos observar lo que en psicología se denomina como un mecanismo de sobrecompensación [7], es evidente que la labor docente en la mayoría de ocasiones no tiene un reconocimiento económico similar al de otras profesiones, es algo innegable, y esta carencia muchas veces es sustituida por una aspiración colectiva de realizar una labor moralmente superior respecto a otras actividades que generan muchos mayores beneficios monetarios, entre los docentes estatales es común escuchar frases al estilo de “se es docente por amor y voluntad de servicio al prójimo, no por pretensiones de dinero”, esto en si se podría considerar algo muy noble y loable si fuera realmente cierto, ya que si se va a prestar un servicio social y voluntario que se sabe de antemano no va a generar grandes beneficios económicos entonces se debe ser coherente y se deben afrontar las consecuencias de dicha decisión, esta sería realmente un actitud ética, moral o incluso espiritual. Pero en muchos docentes si existen estas pretensiones monetarias, solapadas con un manto de victimismo, además de que, en sus constantes paros y luchas sindicales no se incluye un pliego de peticiones para los docentes de instituciones privadas, las cuales en muchos casos no ofrecen a sus trabajadores los beneficios laborales y de escalafón que si se ofrecen en el estado.
En este ambiente se realizan las “capacitaciones” de los representantes sindicales para los maestros estatales, en las cuales una parte se corresponde con la divulgación respecto a los beneficios ganados para el gremio, pero en otra no pequeña parte se entrega el discurso sobre el “contexto” político de la profesión, obviamente siempre desde una visión parcial de la realidad política. Es así, como en una charla de un representante sindical para los maestros no es nada extraño recibir una explicación de una hora sobre el porqué a Evo Morales en Bolivia le hicieron un “golpe de estado” en el año 2019, por qué la catastrófica situación de los últimos años en Venezuela es culpa del bloqueo económico de Estados Unidos y no de la ineptitud de sus mandatarios en las ultimas décadas, por qué un modelo de control gubernamental corporativista como el chino es ideal que sea replicado en nuestra región, por qué en nuestras regiones rurales colombianas los casos de asesinatos de líderes sociales son únicamente provocados por grupos de paramilitares de extrema derecha financiados de forma oculta por el estado (ese mismo estado opresor al que los sindicatos le exigen todo tipo de prebendas económicas).
Es una labor quijotesca para un docente no izquierdista ser inmune a esta presión que se ejerce en la psiquis desde que se ingresa a trabajar en un colegio público en Bogotá, seguramente ese docente llegó a esa vacante laboral por circunstancias del destino o por no tener un conocimiento previo de la situación, también por anhelar la estabilidad laboral que ofrece un empleo público, o sencillamente porque realmente quiere prestar un servicio social para los estratos socioeconómicos más vulnerables. Es muy posible que en un comienzo tenga la intención de llevarse bien con todos sus compañeros de trabajo y evitarse problemas, que quiera dedicarse exclusivamente a cumplir la labor pedagógica en las áreas requeridas y en las funciones que se le adjudicaron, por esto prefiere no expresar abiertamente sus opiniones sobre temas políticos o económicos, trata de evadir el tema, y en el caso de que ya le sea imposible hacerlo trata de ser lo más diplomático y neutral posible. Pero también es posible que después de un tiempo se genere un cansancio interno y comience a expresar sus opiniones de forma abierta, teniendo fuertes debates y discusiones, ganándose la antipatía de parte de varios compañeros y entrando de forma voluntaria en un aislacionismo social, comprendiendo la desventaja numérica y el hecho de que muy difícilmente sus compañeros cambiaran su visión sobre muchos aspectos a pesar de los argumentos y evidencias que les pueda presentar.
En definitiva, este es el contexto al que se enfrentan estudiantes y docentes en este tipo de instituciones si perciben el condicionamiento mental al que son expuestos, deben enfrentar una batalla cultural sin cuartel y sin descanso, deben estar atentos y despiertos de forma constante para poder sostenerse sobre sí mismos y no ceder el control sobre sus mentes ni sufrir la manipulación de sus pensamientos y de sus emociones, en virtud de unas ideologías o doctrinas , de unas formas de pensar, de sentir, y de actuar, que avanzan y se instalan de forma subrepticia en todos los ámbitos culturales e institucionales de nuestra sociedad.
[1] La Declaración de Responsabilidades y Deberes Humanos (o DRDH), se realizó en el marco de la UNESCO, y fue proclamada en 1998 para conmemorar el 50 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la ciudad de Valencia, con la participación de la asociación ADC Nouveau Millénaire y la Fundación Valencia Tercer Milenio. Por ello es también conocida como la Declaración de Valencia.
[2] Instituciones o cuerpo intermedios tales como clubes, organizaciones eclesiásticas, asociaciones familiares, asociaciones civiles, etc.
[3] Según el diccionario de Oxford el Síndrome de Estocolmo hace referencia a un trastorno psicológico temporal que aparece en la persona que ha sido secuestrada y que se muestra comprensiva y benevolente con la conducta de los secuestradores, identificándose progresivamente con sus ideas, ya sea durante el secuestro o tras ser liberada.
[4] Concepto que fue desarrollado por el muy influyente pedagogo brasilero a partir de su obra “pedagogía del oprimido” del año 1968.
[5] De manera similar a la “inter-seccionalidad” tan en boga actualmente en la cultura woke en Estados Unidos.
[6] FECODE: Federación colombiana de trabajadores de la educación. ADE: Asociación distrital de trabajadores y trabajadoras de la educación.
[7] Mecanismo de sobrecompensación fue un concepto desarrollado por el psicoterapeuta Alfred Adler el cual consiste en corregir de forma exagerada un defecto real o imaginado, físico o psíquico.
Excelente artículo!! Esto del lenguaje inclusivo lo que hace es generar más confusión a las nuevas generaciones. Es muy cierto que debemos de cuidar y trabajar en la manera correcta de expresarnos, en lo que es natural y no de moda.
Muchas gracias Mary Paz, un buen resumen sobre este aspecto en nuestra batalla cultural.
Me parece supremamente atrevido decir o tan siquiera insinuar que si un buen docente quiere actuar de manera ética y trabajar con amor a la educación, entonces no debe protestar contra el gobierno ni contra la innegable inequidad educativa a la que estamos sujetos los colombianos. Si quieren comparar la calidad educativa e Colombia con la de otros países, lo mas sugestivo que hay son aquellas pruebas para los estudiantes. A los que más critican son a los docentes con esos malos resultados, como si los docentes fueramos quienes presentamos esas pruebas. Son los estudiantes, quienes también están sometidos a otros factores a parte de la escuela, al mal acceso a la misma educación, a los problemas de transporte, a los malos tratos de un hogar, a la mala alimentación, a la mala conexión de internet, a los medios distractores y no sólo a los paros de los docentes, que aunque lo quieras poner como excusas de docentes, en realidad se deben a una mala gestión gubernamental y no a que querramos parar por no dar clase. Ese lenguaje izquierdista que tanto critica, debería verse refutado en las aulas por estudiantes que tengan la influencia de padres muy bien informados y que piensen diferente, al igual que en las instituciones por docentes muy bien informados y con fuerza, ya que según usted hay muy buenos argumentos en contra de dicho discurso. No es por ser minoría que la gente no se atreve a hablar, porque no son espacios de dictadura. Creo que ahora que estamos en un gobierno de inclusión, deberían atreverse a hablar más, ya que critican la postura de que nos quejamos y que supuestamente somos sufridos, pero usted mismo está exponiendo argumentos en los que pinta a FECODE como el mezquino, de la misma forma en la que dice que los docente pintamos al pobre gobierno y al Estado de derecha como lo más malo que hay. (como si no fuera así).