Por: Abimarlida García Arias
En Occidente, los siglos XVII y XVIII encarnaron con toda su fuerza el ideal de separar para siempre al estado de la religión. “Iglesia y estado, asuntos separados” [1] se convirtió así, en uno de los emblemas por excelencia de la mayoría de nuestras democracias liberales. El siglo XX, como ningún otro, ha sido el siglo de oro del laicismo, en donde la mayoría de nuestros países han pasado de ser estados confesionales a estados “Laicos” [2] -o aconfesionales-, es decir, estados libres o independientes de cualquier credo o confesión religiosa como religión oficial de estado.
Sin embargo, una reflexión honesta y actual sobre este fenómeno de la separación entre estado y religión, nos lleva a constatar que hoy por hoy, en realidad, lo que ha estado viviendo todo Occidente ha sido lo que podemos denominar: un periodo de transición. Transición de una confesión de estado -la religión cristiana- hacia una nueva ideología que ha ido tomando el cariz propio de una religión de estado. A esta nueva religión la llamaremos aquí: la religión laicista o religión laica [3] y más adelante intentaremos esbozar, a grandes rasgos, por qué se trata de una ideología con el matiz propio de una religión de carácter estatal.
La gran mayoría de nuestros estados nacionales están siendo nuevamente adoctrinados y suscritos, si bien de manera subrepticia, cada vez con mayor ímpetu, hacia esta nueva religión. En primera instancia, parece ilícito identificar como “religión estatal” al Laicismo -ya que no se trata de seguir los preceptos de una deidad o de una religión oficial determinada-, pero si analizamos con profundidad, dicha ideología o conjunto de creencias, cumple exactamente con la misma función que antes cumplía el Cristianismo en los estados confesionales, ya que el Laicismo entraña dos componentes idénticos al corpus de la religión cristiana: moralidad y universalidad.
El Laicismo es una ideología de cuyo centro se desprenden implicaciones morales que se tornan en determinaciones taxativas y universales, es decir, en leyes positivas o de hecho que se imponen a toda la ciudadanía, una vez se convierten en preceptos legales; y al igual que el Cristianismo, el Laicismo entraña un cuerpo ideológico supranacional, que busca expandirse sobre toda la faz de la tierra. Quienes vivimos en estados laicos, no estamos ante estados neutrales en materia de ideología moral, sino ante estados que cada vez más, adoptan como suyas, las determinantes de un credo ideológico particular: el credo de la ideología laicista o laica. Se trata de estados que de manera paulatina y firme, hacen suyos los cánones morales laicistas.
Así es como las leyes a favor del aborto, la eutanasia o el “matrimonio igualitario”, entre muchas otras que las han antecedido, han empezado a reemplazar una moral -la moral Cristiana- por otra moral -la moral laica-, llevando a que los estados tengan una única visión posible frente a estos temas: la visión “predicada” por el fundamentalismo laico. Y hablo aquí de fundamentalismo, porque el laicismo, poco a poco, se va convirtiendo en una especie de religión fundamentalista de estado que no admite otra visión moral posible [4].
El llamado estado laico, empieza a desvelarse con claridad, como la puerta de entrada de una nueva cultura religiosa y moral que busca desplazar y sustituir al cristianismo por una nueva religión o conjunto de creencias. Quienes defienden la idea de un estado laico como el mejor de los estados porque garantiza una supuesta neutralidad frente a cualquier confesión religiosa, parecen no darse cuenta de que el laicismo es en sí es una ideología que predica una moral concreta y que dicha moral va ejerciéndose poco a poco y cada vez con mayor fuerza en los llamados estados “laicos”, hasta llegar a ejercer un poder idéntico o muy parecido al de una religión estatal. La moral laicista termina imponiéndose a través de leyes que supeditan a toda la población hacia una única moral posible que todos deben ejercer como si se tratase de la religión oficial del estado. Rápidamente los países pasan de ser estados “laicos” -que supuestamente deben garantizar que el estado no tenga una adhesión formal alguna a una religión determinada- a estados “Laicistas”, en donde la moral laica impera sobre todos los ciudadanos. Hemos caído en una trampa o ilusión, ya que no es verdad que los estados puedan llegar a ser neutrales frente a sus preferencias morales y cada vez se evidencia con mayor claridad que la moral imperante del estado laico es en realidad, la moral de la ideología laicista o ideología laica.
Una reflexión profunda sobre la disyuntiva binaria de toda decisión moral [5], puede ayudarnos a esclarecer con mayor nitidez la imposibilidad de que existan estados neutrales con respecto a las decisiones morales y bien sea una religión o una ideología, lo cierto es que todo estado tendrá un sustrato moral al que corresponde, como si se tratara de una moral de estado o confesión religiosa nacional.
En nuestros días se remarca la imposibilidad de que un país tenga por religión oficial al Cristianismo, pero no hay problema alguno con que el estado sea laico, cuya moral oficial, progresivamente, corresponda al pensamiento laicista, al canon moral laico. En este orden de ideas, así como antiguamente la religión oficial del estado se predicaba en las escuelas y en todo el engranaje educativo del país y de alguna manera se convertía en el eje central de las leyes de una nación; de esta misma manera, ahora se predica, imparte y adoctrina, a través de la educación y de las leyes, los cánones morales del laicismo. Antes imperaban las ideas cristianas, ahora imperan las ideas laicas; el laicismo se ha convertido en la nueva religión del estado contemporáneo.
Nos han hecho creer que Occidente se ha liberado para siempre del supuesto yugo de una religión y en realidad lo que ha pasado es que se nos predica e impone una nueva religión que dice no serlo, porque es Laica, seglar, sin adhesión supuesta a ninguna religión; pero lo cierto es que ella es, en sí misma, una ideología que tiene implicaciones morales que ejercen una presión idéntica a la de una religión imperante, en nuestros estados nacionales. En realidad lo que tenemos es la sustitución de una religión por una ideología que defiende cánones morales y los impone. Hemos pasado de ser estados con un sustrato moral basado en los 10 mandamientos, a estados laicistas, basados en los mandamientos laicos [6].
La nueva religión de estado que avanza cada vez más en todo occidente se llama ideología laicista, y su credo moral es el fundamentalismo laico.
[1] Muchos autores atribuyen esta frase a Thomas Jefferson, particularmente a una carta escrita en los primeros días de Enero de 1802, que iba dirigida a la Asociación Bautista y que fue publicada también, por el periódico Massachusetts.
[2] El Estado Laico se contrapone en esencia al estado confesional. Un estado laico ejerce su soberanía nacional al margen de cualquier poder o institución religiosa en particular y tiene una postura neutral frente a todos los credos o confesiones religiosas.
[3] El Laicismo como credo religioso es la tesis o idea principal que buscamos desarrollar a grandes rasgos en este breve escrito. Esperamos poder desarrollar esta idea, con mayor profundidad y rigor académico, en un texto futuro.
[4] Son muchos los ejemplos de cómo una vez se implementa de manera legal la moral laica, tiene consecuencias legales ir en contra de dicha moral. Un ejemplo claro de esto, es el caso del médico Rodriguez Lastra, que tuvo que pagar cárcel por no practicar un aborto que según la ley Argentina, era legal. Cada vez se cercenan más y más las libertades religiosas y las objeciones de conciencia y se imponen como únicamente válidos, los estatutos morales del laicismo. Las crecientes legislaciones a favor de los delitos de odio, implican de hecho, que se vuelva incluso inválido opinar o hacer pública una opinión distinta a la visión moral predicada por el pensamiento secular.
[5] Hablo aquí de disyuntiva binaria ya que se trata de un sí o un no ante una determinada decisión moral. No hay una tercera vía y es falso que se trate de un sí y un no a la vez. Una vez un país legaliza el aborto, ha dado un Sí que cambia al NO que antes existía ante el aborto y lo hace de manera definitiva a menos que revierta su decisión. La Legalización del aborto hace que se pueda abortar al ser humano por nacer, sin que esto tenga consecuencias legales que lo impidan, siempre que se cumpla con los parámetros que lo permiten.
[6] Desde una perspectiva teológica Católica y cristiana, parece ser evidente que justamente, el objetivo principal de los lineamientos laicos consiste en romper totalmente con los 10 mandamientos. El laicismo se constituye por excelencia como una religión profundamente anticristiana que busca suplantar a los 10 mandamientos por su contrario, de manera paulatina. Un ejemplo que esclarece lo anterior es el caso del aborto, que busca suplantar o revertir el mandamiento: “No matarás”, por: “matarás al niño por nacer, si así lo deseas”. El Laicismo como ideología moral está permitiendo la matanza más aguda de inocentes de todos los tiempos a través del aborto y rompe de manera legal con el 5to Mandamiento que antes parecía inviolable. Al igual que en los regímenes más dolorosos y totalitarios que ha vivido la humanidad en el ámbito ideológico y político, el laicismo es la nueva religión e ideología política de carácter supranacional que busca imponerse en todo Occidente y que más inocentes ha asesinado a través del aborto, en nuestra historia humana.
Maravilloso artículo.. Excelente descripción y argumentación. Muchas gracias por dar este aporte invaluable a la verdad y dar esta batalla cultural para todas las generaciones, especialmente, para las nuevas generaciones. Bendiciones, Abimarlida García Arias.