Por: Roger A. Montecinos Pérez
Desde hace mucho tiempo, el progresismo ha secuestrado la esencia de muchas palabras, una de ellas es la empatía. En consecuencia, esta fue utilizada por personas, sindicatos, políticos y micro colectivos, en muchos casos violentos y destructivos siempre. Así pues, el objetivo de este manoseo semántico es la profundización de una agenda globalista perversa, con imposición de un relato teñido de totalitarismo.
Para empezar, en la época del romanticismo, la empatía fue la capacidad de sentir algo misterioso por los objetos y por la naturaleza. Los que tenían la capacidad de describir las cosas eran generalmente artistas que, gracias a las emociones y sentimientos, transmitían en sus lienzos después de la observación.
En la primera década del siglo XX, la palabra alemana einfühlung fue apropiada por la psicología, para traducirla como empathy. Un paso importante para transitar de lo estético hacia lo psicológico. Conviene subrayar que einfühlung en alemán es empatía.
Como resultado de esto empezó a prevalecer la capacidad de trascender desde adentro del ser humano hacia lo más profundo del otro. Este acto maravilloso de trascender puede ser vinculado a la compasión que, en esencia, es percibir los sentimientos en el reconocimiento del otro como similar sin interés político, material o colectivo.
Además, se practicaba la contemplación hacia el otro sin cruzar la línea de la dignidad del afectado. En efecto, esa dignidad tan despotricada, transgredida por nacionalistas y supranacionales que hacen creer o parecer a colectivos y personas víctimas de algún sistema, imperio o sexo.
Así pues, el robo del significado de las palabras es peligroso porque impulsa mentiras como verdades; Asimismo, causa persecución y linchamiento mediático a los que piensan distinto o simplemente opinan. ¿La consecuencia? La consumación de la hegemonía cultural dominado por resentidos que echan por tierra la libertad, pero la pronuncian constantemente, son contradictorios. En suma, vemos acciones destructivas del lenguaje.
Al mismo tiempo, el secuestro masivo de las palabras, las letras y el lenguaje desata feroces batallas en la civilización como ser: la separación y conflictos entre hombres y mujeres, blancos y negros, ricos y pobres, heterosexuales y homosexuales, norte y sur; una locura. Es decir, la deconstrucción del mensaje tiene un camino silencioso, sutil, con muecas y sonrisas hipócritas que se filtran en la educación, en las iglesias, en los medios de comunicación: la guerra es la paz, podría decir George Orwell.
Es más, el salvajismo hacia el lenguaje, la imposición perversa de la agenda progresista pretende llevarnos al infantilísimo, por medio del miedo y la censura. Como resultado, me tomo el atrevimiento de bautizarlos como ‘‘empáticos modernos’’. En definitiva, crean una realidad artificial para la consumación de un futuro Ministerio de la Verdad encargado de controlar la información y la razón, sueñan con la Policía del Pensamiento tal como se profetizaba la novela 1984. En fin, adulterar el significado es poder, sumado al adoctrinamiento festivo.
Otro punto que nutre a la agenda progresista son los inquisidores, colectivos y políticos enredados con el poder de turno que miran la televisión, ajenos a la realidad, esperando la creación de un ministerio o dirección estatal a su imagen y semejanza.
¿Cuál es el camino que debemos optar? En primer lugar, considero, es importante expresar que las consecuencias del rapto de los significados serán a largo plazo, por ello es importante actuar hoy. Vale la pena decir que, el lenguaje es una forma de comunicar y pensar. ‘‘Recuperar ese amor por las letras que pueden salvar aquello que tiene de específico el hombre que no son los números sino el logos’’, decía el politólogo Agustín Laje en una charla con el economista Alberto Benegas Lynch. Recalco, si las letras son manipuladas, también será manipulada la forma de percibir las realidades, los actos, los hechos y los datos. En definitiva, el lavado de cerebro surtirá en cuanto se maniobre el lenguaje, ¿Una Neolengua?
El caso de la empatía es un claro ejemplo. Si miramos con atención, todo empieza enredando a las personas mediante mensajes deconstruidos en favor de una ideología, un grupo social y/o una persona. A saber, las palabras favoritas para adherirse a la empatía con intereses políticos son la tolerancia, el amor y la paz. A fuerza de ese trabajo sigiloso de los empáticos modernos refuerzan su estrategia rápidamente para identificar a personas vulnerables y llevarlos a ser seres de luz, angelicales en la tierra, celestiales e intocables. Además, ensalzado por Fundaciones, ONG y los propios Estados, con la complicidad de la mayoría de los medios de comunicación. Recuerden a Gramsci cuando habla de poder y la hegemonía cultural.
En segundo lugar, debemos evidenciar los actos negligentes hacia nuestro lenguaje. A continuación, podemos ingresar a las redes sociales y encontrarnos con el lenguaje inclusivo. También observar cómo utilizan los empáticos modernos la arroba (@) o la equis (x) para sustituir vocales. Luego, si encendemos la televisión, nos encontraremos con todólogos manipuladores que utilizan a la semántica como arma política.
Así mismo, la característica de un todólogo que se suma a los empático moderno, por lo general, rompe y ataca a los supuestos sistemas tiránicos auspiciados por el imperio yanqui como el capitalismo, patriarcado o la heteronormatividad, todo falso. En pocas palabras, ellos son revolucionarios inofensivos, inocentes y siempre sonrientes ante las cámaras y los micrófonos, la nueva estrategia es sin armas de fuego, sin garrotes.
Por añadidura, para los empáticos modernos el morbo es su alimento diario, les fascina porque es arma para amordazar al que no asiente a sus objetivos. De manera semejante, la empatía y otras palabras perderán esencia y las llevarán a su lecho ideológico; en definitiva, ellos quieren verse héroes de los supuestos excluidos y relegados de una sociedad de imaginarios opresores.
Y, en último lugar, debemos dar batallas en la guerra por el razonamiento, por el discurso, por las palabras y por el logos. Hoy la empatía es teñida de color rojizo, modernizada por los terroristas, secuestradores y colectivos que buscan más beneficios, nuevos derechos y menos obligaciones. Además, tienen la soberbia de profesar superioridad sobre los otros y los suyos.
Todo esto parece confirmar que los empáticos modernos escalan puestos de poder mediante la adhesión a la violencia y al Estado, como gusanos que se mueven en sindicatos putrefactos, organizaciones sociales y se abren espacios en los medios de comunicación con el discurso de justicia e igualdad.
Habría que decir también que los subversivos, con banderas guevaristas, utilizan a la empatía como un gancho, el primer eslabón de una cadena de tergiversación del lenguaje para conseguir nuevos adeptos, gente común, gente buena.
En general, buscan una chispa, excusas para romper todo. De hecho, son aves de rapiña esperando al caído, al desangrado, al muerto. Y, cuando llegan al poder por medio de la violencia repercute el silencio, olvidan todo; los beneficios endulzan y silencian.
En definitiva, la imposición de la masa sobre el total de la sociedad quiere liarnos a medias verdades; si no accedes eres un déspota, apático y te ignorarán por completo, ¿muerte civil?, puede ser. Con suerte y saña serás señalado como machista, homofóbico o fascista.
Para terminar, quieren confundir para ganar poder. Más beneficios y nuevos derechos sobre los otros. Quieren dividir porque saben que vencerán. Es posible que hayamos sido cómplices de enaltecer a personas sin virtudes, a alabar grupos proclives a la mentira, pero es momento de despertar.
Como resultado, el caos es seguro. A lo mejor ese caos no lo veamos hoy, pero sí las próximas generaciones. ¡Cuidado! Esas generaciones, nuestras generaciones, quizás nuestros hijos, si seguimos así, sean como postula Ortega y Gasset: ‘‘El hombre-masa (…) sintiéndose vulgar, proclama el derecho a la vulgaridad y se niega a reconocer instancias superiores a él’’.
Perfecta apreciación, no se dejó puerta abierta en la edificación de su argumento, déjeme felicitarlo por tan loable trabajo, espero poder disfrutar de su material y contenido en espacios sociales virtuales de amplio alcance, y al respecto, pienso que una mente como la suya seguramente es dueña del titulo en algún libro, por lo que espero conocer pronto su trabajo.